lunes, 19 de febrero de 2018

SIGNOS DE PUNTUACIÓN M2S4 AI FORMATIVA

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Nombre del autor:


Signos de puntuación

Tipo de evaluación
Formativa

¿Cómo se evalúa?
Las actividades formativas no tienen peso en tu calificación, son ejercicios para reforzar tus conocimientos y por lo tanto, no se suben a la plataforma.

Ejercicio 1
Instrucción: Lee los enunciados y coloca las comas, punto y coma, paréntesis, puntos suspensivos, punto final, paréntesis, raya, guión largo, comillas, signos de admiración y exclamación, donde correspondan.

1.       Ya sé a qué te refieres, dijo la maestra. Ahora podremos trabajar.
2.       ¡No puedo contener mi emoción!, dijo el empleado.
3.       Compré chamarras, guantes, bufandas y gorros para prepararme para el frío.
4.       ¿Cuál es tu color favorito?
5.       Desgraciadamente, son pocas las personas que visitan el museo.
6.       ¡Diles que no me maten, Justino!
7.       En esta clase se busca analizar los principales movimientos artísticos en la literatura Romanticismo, Realismo y Neoclasicismo.
8.       Entonces me dijo, “La sociedad es tu medio y tu fin; sin ella, no eres nada”
9.       ¡Eres fabulosa!
10.   Gustavo Adolfo Bécquer dijo alguna vez: “cambiar de horizonte es provechoso a la salud y a la inteligencia”.
11.   La Secretaría de Educación Pública (SEP) ha realizado varias campañas de alfabetización.
12.   Los niños de 1º y 2º de primaria son alumnos de la maestra Marisol, los de 3º y 4º del maestro Juan Carlos, y los de 5º y 6º de la maestra Carolina.
13.   Luis El Gallo, es uno de mis mejores amigos.
14.   ¡Me encanta esa canción!
15.   Nunca contestó mis llamadas, nunca la volví a ver.
16.   ¿Quién cuidará de mi mujer y de los hijos?
17.   Rafael Medina director del área de investigación, no pudo asistir a la reunión.
18.   Reprobé tres materias; Matemáticas, Historia Universal y Lógica.
19.   ¿Si tuviera un deseo?
20.   Tengo miedo, tengo sueño tengo……


Ejercicio 2
Instrucción: Lee el siguiente texto y coloca los signos de puntuación que faltan.

Un gramático bogotano, miembro de la Academia Colombiana de la Lengua y del ilustre Instituto Caro y Cuervo, pasó una mañana por un establecimiento que ostentaba este letrero.

AQUÍ SE VENDE PESCADO FRESCO

El académico consideró que al anuncio le sobraba la palabra, aquí;  pues el pescado estaba a la vista de todos los que por ahí transitaban y obviamente era en ese lugar, y no en otro, donde se ofrecía a la venta. Así que entró en la pescadería y, con las palabras más sencillas que eligió de su riquísimo vocabulario, le hizo ver al pescadero la redundancia que el letrero contenía. El comerciante no pudo menos que aceptar las razones que con tanta claridad le expuso el académico y prometió que eliminaría cuanto antes la palabra que sobraba.
               
A la mañana siguiente, el académico pasó de nuevo por ahí y observó con satisfacción que aquella palabra innecesaria había sido suprimida, el letrero se restringía a decir:

SE VENDE PESCADO FRESCO

Quiso felicitar al pescadero por haber acatado tan expeditamente su sabia sugerencia y entró en la tienda para agradecerle, en nombre del idioma, su diligente actitud. Tuvo la sospecha, sin embargo, de que al letrero le seguía sobrando una palabra, y sin más le preguntó al pescadero,
¿  Usted conoce algún lugar en el cual el pescado que se vende esté podrido?

Desconcertado, el comerciante negó con la cabeza. El académico, en consecuencia, lo instó a que quitara la palabra, fresco, del letrero, que solo infundiría recelo en la clientela. Arguyó que si se decía expresamente que estaba fresco, no dejaría de haber quien maliciara, ante tal declaración no pedida, la acusación manifiesta de que el pescado estaba al borde de la putrefacción. Ante semejante argumento, el pescadero no le quedó más remedio que borrar del letrero, tan pronto como el académico se hubo marchado, el peligroso adjetivo.
               
Al pasar nuevamente por ahí, el académico vio que el letrero había sido modificado según su dictamen, pues ya sólo decía;

SE VENDE PESCADO

Muy ufano, entró en el local para felicitar al pescadero. Así lo hizo, pero no pudo evitar lanzarle la pregunta… ¿Sabe de algún lugar en el que regalen el pescado?
                Como el comerciante no sabía de ningún establecimiento que tal cosa hiciere, el académico le hizo ver que en el letrero sobraban las palabras ¡se vende!  pués era obvio que en ese expendio, como en todos los de su tipo, el pescado no se regalaba sino se vendía.
                Orgulloso de que su labor en pro de la pureza del lenguaje había tenido efecto, el académico vio, a la semana siguiente, que el letrero se había reducido a una sola palabra.

PESCADO

Al entrar en el lugar para manifestarle al comerciante su beneplácito, advirtió que en el ambiente se respiraba un intenso olor a pescado, así que le dijo a su aquiescente interlocutor,
                ¡Oiga aquí huele a pescado, quite de inmediato ese letrero!

 Gonzalo Celorio , “Monterroso y la fábula del vendedor de pescado” (fragmento), Reforma, febrero de 2005.


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